ESTRELLAS Y BORRASCAS

Editorial R.M. Barcelona, 1982

Gaston Rébuffat

La versión original de Étoiles et tempétes, título traducido al castellano con escasa fortuna, fue escrita por el guía marsellés en 1954 y llevada al cine en 1955 por Pierre Tairraz, constituyendo un hito en la literatura y cine de montaña, muy poco desarrollados hasta ese momento. Su publicación, en un momento en que el alpinismo empezaba a traspasar fronteras gracias a la irrepetible generación de Rebuffat, Lachenal y Terray, fue el inicio de otras publicaciones como Los conquistadores de lo inútil; El Macizo del Mont Blanc, las 100 mejores escaladas; o El aprendiz de montañero, títulos que se convirtieron en textos de culto para alpinistas de varias generaciones.

En este libro, Rebuffat relata sus escaladas a seis caras norte de los Alpes consideradas las más clásicas del alpinismo europeo y en su prólogo nos regala este fragmento: “Un sueño realizado engendra otro sueño; después del Espolón Walker de las Grandes Jorasses, quise escalar las otras paredes norte: Drus, Badile, Cervino, Cima Grande, Eiger. Cuando esas paredes eran vírgenes, yo estaba todavía casi en la infancia; al llegar a la edad de escalarlas deseé subirlas todas. Pero no me bastaba con esto: me hice guía y quise escalarlas ejerciendo mi profesión. ¡Oh exigente juventud que no se conforma con términos medios!

Desde la pared norte de las Grandes Jorasses a la del Eiger, Rebuffat nos describe la escalada desde el punto de vista técnico y sus sensaciones durante las duras jornadas, pero va mucho más allá, nos sumerge en la misma ascensión y sus emociones con una literatura que ha cautivado a miles de lectores gracias a su prosa sencilla y fluída, y a sus reflexiones filosóficas. Antes de cada escalada, el autor nos habla de las sensaciones del alpinista al emprender tan aventuradas empresas al tiempo que nos introduce en la historia de la pared o de la montaña en cuestión desde su conquista por las cordadas pioneras y poco a poco va intercalando episodios de su propia vida, describiendo cómo llegó a sentir una irrefrenable pasión por la escalada y por las grandes paredes de los Alpes, tan lejanas para un marsellés a principios del s. XX: “Hacia nuestra izquierda empieza a amanecer, es el momento más frío de la noche, la hora sin color y sin sombra, la hora en que el acero del piolet se pega a los dedos”.

Dos intentos, en 1943 y 1945, en compañía del grandísimo Edouard Frendo, le costó a Rebuffat alcanzar uno de los mayores sueños de su vida, el Espolón Walker en la cara norte de las Grandes Jorasses, con solo 24 años y con su título de guía de Chamonix casi sin estrenar. En cambio las reflexiones que plasma en el libro sobre esta escalada y otra posterior en el espolón Croz, con final trágico, reflejan una madurez impropia de esa edad, madurez que probablemente le aupó a ser uno de los mejores alpinistas de su generación.

Siguiendo la traza de Ricardo Cassin, poco tiempo después y en compañía de un cliente consigue la segunda ascensión a la cara norte del Piz Badile, en los Dolomitas, el relato de cuya escalada lo convierte el autor en un verdadero homenaje al pionero italiano e incluso la concluye tras sobrevivir a una violenta tempestad, como le sucedió a Cassin.

“El alpinista es un hombre que conduce su
cuerpo allí donde, un día, miraron sus ojos.
Y que además vuelve”
“El mejor alpinista es un alpinista vivo”
(Gaston Rébuffat)

Tras las nortes del Dru y el Cervino, el autor vuelve a los Dolomitas para enfrentarse a la norte de la Cima Grande, escalada en la que pone en juego sus extraordinarias cualidades de escalador de roca y nos lo cuenta con sus no menos brillantes cualidades literarias, mediante las cuales consigue que el lector vea en su imaginación los pasajes de escalada que describe con tanta pasión.

Pero donde la lectura se adueña absolutamente del lector es en el último capítulo. Rebuffat, como la mayoría de los alpinistas escritores, reserva para el final el plato más fuerte, la cara norte del Eiger. Tras una reseña de la escalofriante historia de esta pared, el marsellés nos introduce en la escalada como si el lector fuese uno más de la cordada, cordada de cinco franceses en la que aparecen nombres con historia propia como Jean Bruneau o Guido Magnone, a los que se añade el del inolvidable Hermann Buhl, al que encuentran en la pared formando parte de una cordada austríaca que realiza la escalada junto a otra alemana. Insólito, total nueve alpinistas en la Eigerwand.

Para no faltar a la tradición, la parte superior de la escalada se desarrolla en medio de una violenta tempestad que aporta los tintes dramáticos que aparecen en todos los relatos sobre esta pared.

Sin duda, uno de los valores de este libro es su historia, el momento épico en que fue escrito, pocos años después de la heroica conquista del Annapurna, primer ochomil escalado, en la que Rebuffat tomó parte, y el momento en que el alpinismo empezaba a internacionalizarse, se había escalado el Everest y los nombres de algunos alpinistas empezaban a conocerse en toda Europa, mientras que en Francia esos nombres (Lachenal, Herzog, Terray, Couzy y el propio Rebuffat) eran venerados por la familia montañera.

Desde el punto de vista literario, el libro enlazaba con los conocidísimos relatos novelescos de Roger Frison Roche, “El primero de la cuerda” y “Grieta en el glaciar”, y abría la puerta a otros, como hemos dicho al principio, entre los que brilla especialmente “Los conquistadores de lo inútil” (comentado ya en esta tertulia). También estos libros traspasaban fronteras al ser traducidos a todos los idiomas europeos, contribuyendo enormemente a la mencionada internacionalización del alpinismo y desde sus páginas despegaba la imaginación de algunos directores de cine que filmaban imperecederas películas, poniendo el último eslabón a esa difusión que se expandía así por todo el mundo.

Ni que decir tiene que “Estrellas y borrascas” es uno de los títulos que no puede faltar en toda biblioteca de montaña, pública o privada, que se precie de serlo. Un verdadero título de culto escrito por uno de los pioneros del alpinismo de leyenda.

Joan V. Grifoll

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