Conducidos por nuestro amigo Manuel, una sección femenina de cuatro mujeres y una gata, visitamos Bejís y sus bonitos alrededores. Los tonos otoñales aparecieron antes de salir del pueblo camino de la masía de Ríos de Arriba donde cruzamos el ruidoso Palancia y tomamos el camino de las Peñas de Amador.Desde una posición en altura vimos el valle del río y enfrente el famoso Peñaescabia con una panorámica inmejorable. El paisaje comenzó a cambiar porque las alturas y el clima dejan una serie de bosquetes de carrascas que no crecen demasiado y se reúnen por grupos para protegerse de las inclemencias meteorológicas del invierno. Una serie de cimas unidas por un agradable camino va conectando el Alto Fustero con visible torre de vigilancia.Suavemente subimos y bajamos las sucesivas cimas como el Alto del Navajo desde donde vimos a lo lejos la sierra de Espadán y hambriento buscamos un lugar para comer debajo de unos pinos en la Hoya de Elvira. El paisaje es austero como anticipo de las estribaciones de la sierra de Javalambre.Con las nubes amenazando tomamos el GR-7 hacia Bejís que pasa junto a la masía de la Atalaya y descendimos por el cerro Conejos hacia el río y el pueblo por senda antigua,con sabor de otros tiempos y cielo plomizo. Pero contenida la lluvia atravesamos de nuevo el Palancia y regresamos a Bejís.No he contado todavía la historia de una acompañante que disfrutó con nosotros, buscando cuando las fuerzas eran pocas nuestros brazos o cualquier otro lugar, asomando la cabeza por la chaqueta de Amparo o de Ainoa. A la salida del pueblo se nos unió una gata muy jóven, jugueteó con nosotros trepando por los troncos de las carrascas y las piernas de Manuel. Una verdadera excursionista de pelo canela y blanco que aguantó la marcha como una campeona. En la entrada de Bejís nos despedimos de ella, pero tuvo el detalle de asomarse a la ventana del bar para despedirse.