Así comenzamos la temporada de la mano de Manolo el grupo de la Colla de Senders. El recorrido propuesto comenzó en el tradicional Pocico Valentín, un hito en el GR-7 que atraviesa de norte a sur las tierras valencianas y que fue la primera toma de contacto con la montaña para algunos que hoy nos llamamos senderistas. Siguiendo esta vía alcanzamos las Casas de Tabarla rodeadas por un espeso pinar, lugar hace tiempo abandonado como vivienda, pero que conserva un cierto aire de rancio veraneo.
Allí dejamos el pionero de nuestros itinerarios señalizados para seguir el PR-CV 148. Por un pinar amable y buen camino llegamos al collado de los Pulpitillos, desde donde vimos un amplio escenario del valle del Magro que corta las duras calizas y ha dejado paredes y laderas de corte casi vertical. Nos asomamos al valle desde un espectacular mirador donde la roca desaparece a nuestros pies y de frente asoma la sierra Martés. Los pinares, el agua en el fondo y los crestones rocosos de ambas laderas nos dejaron asombrados por el tapiz verde constate. Después de las espantosas imágenes del resultado del infierno de fuego que se desató hace pocos meses, nos parecía increíble aquel entorno, pero las laderas potentes ocultaban el devastador desastre. Como un pequeño Shangri-la caminamos entre el río Magro y las escabrosas laderas, alternando sus riberas y disfrutando de sus saltos donde el agua corta la roca más viva. Para darle un poco de emoción al itinerario han habilitado una cadena para poder salvar algún tramo de incómodo paso por la orilla.
El calor comenzaba a apretar y el Campamento Tabarla, lugar de encuentros tradicionales del excursionismo, fue el fin de nuestra ruta. En un amplio comedor cubierto con mesas y bancos, repusimos fuerzas, mientras, al otro lado del valle se preparan las semillas para germinar con las primeras lluvias que parece que no llegan nunca este verano.