Como venimos haciendo últimamente, hemos recuperado un artículo escrito hace años para ser reproducido en algunas de las publicaciones que en la época tenían relación con el Centre Excursionista de València. En este caso se trata de la escalada realizada en 1983 al Espolón de la Brenva, en la vertiente italiana del Mt Blanc, escalada que se realizó durante la preparación de la primera expedición valenciana al Himalaya que tendría lugar un año más tarde.
Esperamos que lo disfrutéis.

Escalada realizada en julio de 1983 por Marisa Puchades, Coque Pérez, Nicolás Gil y Joan Grifoll, del Centre Excursionista de València.

“Hay que partir muy temprano del refugio, para hacerlo a ser posible en plena luna. También hay que estar en perfecta forma. Si se reunen esas condiciones, la Brenva forzosamente tiene que entusiasmar a un escalador joven. Este comprenderá que se trata de un recorrido importante; y por otra parte podrá imaginar el problema del mal tiempo e incluso de una tormenta en el Mont Blanc”

Gaston Rebuffat, “El Macizo del Mont Blanc”

Verano de 1983. Como casi todos los veranos, nos reunimos en el camping Mer de Glace de Chamonix un buen número de montañeros de la Secció de Muntanya del C.E.V. para hacer montaña en el macizo del Mt Blanc. Aunque vayamos primero a un macizo alpino diferente, al final siempre pasamos, al menos unos días, por Chamonix para hacer alguna escalada con los amigos.

Este año es un poco diferente, la mayoría de los componentes de la expedición Valencia’8000 nos hemos dado cita en la capital mundial del alpinismo para prepararnos y convivir en la montaña de cara a la primera expedición al Himalaya que tendrá lugar el año que viene, aunque como es habitual, hay otros compañeros del CEV con nosotros.

Nico, Nines, Antonia, el Navo, Javier y yo hemos estado primero unos días en el Cervino y luego hemos acudido a la concentración de Chamonix en la que nos encontramos con Juan Carlos y Maribel, Coque y Marisa, Luis, Paco y algunos otros compañeros valencianos que por cordadas, van haciendo su actividad. Las noches resultan muy placenteras, los que no estamos en la montaña nos reunimos en largas veladas para comentar las escaladas realizadas y los proyectos que bullen en la cabeza de cada uno.

En una de las actividades, al bajar Nico y yo de escalar la Aiguille du Tour (3.542 m) por la Arista de la Table de Roc, vamos comentando por el sendero que en los días restantes y dado que nos estamos preparando para ir al Himalaya, deberíamos afrontar una “grand course”. Al llegar al camping se lo comentamos a Coque, que enseguida se unió al proyecto, además de Marisa y Nines. No hubo que darle muchas vueltas, queríamos una ruta directa al Mt Blanc por la vertiente italiana, que es la más comprometida. Se barajaron tres posibilidades: El Centinela Rojo, La Innominata o el Espolón de la Brenva, decantándonos por la última, que para mí tenía un significado especial: en mi primera ascensión al Mt Blanc, con 20 años, ayudé en la vía normal a evacuar a un chico alemán que había sufrido serias congelaciones al soportar una tempestad en esta ruta. Cuando aquel chico me dijo que venía de la Brenva, ese nombre quedó grabado en mi recuerdo.

Parte superior del Espolón de la Brenva con la ruta seguida

Como todas las grandes rutas en esta vertiente, la dificultad varía según las condiciones de la nieve y el hielo, la climatología, la temperatura, etc., por lo que algo que ayer pareció asequible hoy puede resultar muy difícil. Y como en todas esas escaladas, la retirada resulta muy comprometida a partir de cierta altura ya que el desnivel a escalar es de 1.500 metros, y el descenso se realiza desde la cumbre del Mt Blanc. Es decir, reúne todos los ingredientes de una “grand course”.

El ambiente en el refugio Ghiglione es inigualable. Todos los alpinistas allí alojados van a enfrentarse a una ruta de alta dificultad y eso se mastica en el ambiente. El acceso al refugio, por una pared helada con unos 100 m. de cuerdas fijas, ya marca lo que va a ser la tónica del día siguiente. El refugio es muy pequeño, con litera corrida para 20 o 30 personas como máximo y se encuentra anclado con cables de acero a la cresta rocosa que va de la Tour Ronde a la arista Kuffner del Mont Maudit. Un verdadero nido de águilas con casi media construcción sobre el vacío.

Primeras pendientes tras la arista horizontal

Tras la cena, salimos a ver la ruta desde la terraza del refugio. Con las luces del crepúsculo toda la vertiente aparece sonrosada, de una belleza un tanto escalofriante. Como ya sabíamos, las dificultades se concentran en el último tercio y la ruta termina con la travesía de una barrera de seracs que desde el refugio resulta impresionante. Son esos momentos en los que una mano invisible parece que te estruja la boca del estómago.

La noche es muy corta y poco relajante. Apenas hemos dormido 4 horas, en el comedor, en la misma mesa de la cena: Coque debajo de la mesa, Marisa en un banco, Nines y yo en el otro y Nico se ha tirado encima de un montón de mochilas. A las doce de la noche desayunamos todos en medio de un silencio impresionante y a continuación nos ponemos arneses, cuerdas, crampones, frontales…, momentos en los que los peores presagios anidan en las mentes de los escaladores. Unos minutos después, se cierra la puerta del refugio, el viento helado se lleva los restos de calor y los malos presagios, y la mente se centra en lo que hay que hacer, impidiendo otro tipo de pensamientos. De momento, bajar del refugio hasta el glaciar, para alcanzar el collado Moore, exige ya toda la atención, pues hay que hacerlo por una pendiente helada de unos 50º. Nico y yo salimos muy rápidos y emprendemos el descenso por un espolón rocoso para evitar que la caída de alguna cordada de las que baja por la pendiente de hielo nos pueda arrastrar. Miro el reloj, es la una de la madrugada, y mientras aseguro a Nico oigo a Coque y Nines, aún en la puerta del refugio, discutiendo, creo que por algo de unos crampones.

Al menos 20 cordadas llegamos al Collado Moore y algunas de ellas descienden para ir al Centinela Rojo, en tanto que las de la Brenva se enfrascan en el corredor Güssfeldt, al parecer con ciertas dificultades. Nico y yo elegimos el espolón rocoso, que aunque es un poco más difícil (IVº/Vº), tiene la ventaja de que no llevaremos a nadie por encima que nos tire “basurilla”.
Cuando llevamos cuatro largos de cuerda, vemos que la mayoría de las cordadas que iban por el corredor y que ahora van por debajo de nosotros, se dan la vuelta sin que sepamos porqué. En ese momento oímos los gritos de Coque preguntando dónde estamos. Los esperamos debajo de un desplome y al llegar nos dicen que Nines se ha quedado en el refugio por no se qué problema. Seguimos, y al salir del desplome, como por arte de magia, nos encontramos completamente solos, no vemos a nadie por arriba ni por abajo, lo que nos produce cierto placer. La noche es buena y el frío nos asegura buenas condiciones, lo que unido a que las dificultades serias no acaban de aparecer, nos transmite muy buenas sensaciones.

Llegando a la barrera de seracs

El amanecer nos coge en la llamada arista de nieve horizontal, donde dejaremos el mixto y empezaremos con el hielo, más bien nieve helada. Es un buen momento para comer algo, apagar las frontales y ponernos los crampones de nuevo.

La pendiente de nieve se va enderezando hasta alcanzar los 55º/60º, pero sin apretar técnicamente. Al principio vamos haciendo largos pero como en otras ocasiones empezamos a pensar que hemos sobrevalorado la dificultad técnica de la vía o nos hemos infravalorado a nosotros mismos, por lo que recogemos anillos de cuerda y vamos “ensamble”. En el último tramo la pendiente gira hacia el oeste y se endereza aún más, lo que unido al estado de la nieve, a la que ya da el sol de lleno, hace que aceleremos el paso.

Por fin llegamos a los seracs. Nico y yo empezamos a preparar los tornillos y cuando vamos a deshacer los anillos de cuerda, nos grita Coque que ya están fuera, en el Col de la Brenva y que no vale la pena ni pararse, que la travesía “está chupada”. En efecto, aunque la pendiente es muy fuerte, el hielo está en perfectas condiciones, por lo que solo aseguramos un pequeño tramo que resulta más expuesto. Y por fin estamos en terreno horizontal, el Col de la Brenva, entre el Mt Blanc y el Mont Maudit, es uno de los balcones más espectaculares de los Alpes, con soberbias vistas.

Travesía de los seracs

La satisfacción es enorme, aunque todos nos esperábamos un poco más de batalla. Nos abrazamos y prometemos celebrarlo debidamente en cuanto tengamos una cerveza delante, porque ahora nos queda “el gran palo”: 500 m de desnivel hasta la cumbre del Mt Blanc, por una pendiente anodina, a pleno sol y con el bajón de la tensión que produce el final de la dificultad.

Por fin, a las 9 de la mañana, pisamos la cumbre del techo de los Alpes. Es mi tercer Mt Blanc y cada vez ha sido por una ruta diferente. La cumbre no supone demasiado para nosotros, realmente nuestra escalada finalizaba en el collado. Empezamos a planificar el descenso, que vamos a hacer por el Grand Plateau y los Grands Mulets. Marisa y yo hablamos de comer e incluso dormir en el refugio de Grands Mulets cuando Coque llega con la palabra mágica: “si corremos, llegamos hoy mismo a Chamonix y nos ponemos tibios de cerveza”. Empezamos un descenso vertiginoso, desencordados y prácticamente corriendo. Algunos que suben nos preguntan si ha habido algún accidente, pero ni contestamos, no hay tiempo, bajamos como locos hacia la estación de teleférico de Plan des Aiguilles. Cuando nos ven con todo el material de escalada colgando del arnés, los cascos, las frontales…, casi nos hacen el pasillo.


Cumbre del Mont Blanc

Conclusión: 15 h de la tarde. Marisa, Coque, Nico y yo estamos plácidamente sentados en la plaza Balmat, mirando la cumbre del Mt Blanc a través del cristal de una jarra enorme de cerveza ya vacía, mientras esperamos la siguiente. Marisa dice: “… y pensar que hace 6 horas estábamos ahí arriba, probablemente ha sido uno de los descensos más rápidos de la historia. ¡De lo que sois capaces por una cerveza!”.

Cuando empezamos la tercera jarra, pasan dos compañeros del CEV que vienen del camping y preguntan: “¿qué pasa, al final os habéis bajado?”. Les contamos la historia pero no se lo creen, la Brenva es la Brenva. Tendrán que esperar a ver las fotos en Valencia.

Y mientras pensamos cómo será el Himalaya, en el que tendremos que volver a dar la talla dentro de 7 u 8 meses, Coque, siempre tan profundo, plantea la gran duda, el gran dilema, tras una dura escalada al Mt Blanc… ¿Pedimos una cuarta jarra?

Joan V. Grifoll

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *