El pasado domingo, 9 de febrero de 2020, se hizo una marcha al acueducto de Chelva. Llegamos al aparcamiento, de donde parte el camino hacia la Peña Cortada, a las 9,30 poniéndonos en marcha inmediatamente. Al cabo de unos minutos, y de una pequeña ascensión, llegamos al puente del viaducto, que salva el barranco con sus tres arcos de piedra, para introducirse en el specus o entrada al acueducto propiamente dicho. A partir de él arranca este mismo, cubierto en este tramo, y donde todavía se pueden ver los aliviaderos, excavaciones por donde se arrojaban los deshechos de la construcción. Es un pasaje en el que se debe ir con cuidado, debido a la altura del techo, poca, y a que hay tramos con agua. Lo salvamos todo sin ninguna dificultad.
Cuando todavía no habíamos comenzado ni a sudar las camisetas, se hizo la primera parada. Allí se repusieron las fuerzas que no se habían gastado. Tras lo cual, desviándonos del acueducto, se siguió el camino, de montaña, por el cual fuimos rodeando el acueducto para volver a desembocar en él al cabo de un tiempo. Hubo en esta pequeña excursión, tramos de cierta dificultad, bien por la estrechez del camino, bien por la ascensión del mismo. No obstante, y sin problemas, volvimos a recavar en el acueducto. A partir de ese momento, el camino, por el viejo camino del agua, se hizo sin ninguna dificultad. La excursión vino a tener una duración de dos horas.
Reunidos de nuevo en la explanada, donde estaban los coches, nos dirigimos a Chelva. Recorrimos la ciudad visitando los lugares más importantes y emblemáticos de la población: iglesia, plaza, calles típicas, etc. Terminamos en un bar donde repusimos fuerzas en tanto se iniciaba una bonita discusión sobre qué arroz es el mejor para hacer la próxima paella que, amablemente, han prometido ofrecernos algunas aguerridas compañeras.
Vicente Adelantado Soriano