La travesía bajo el Gran Serac el 27 de julio de 2023. Los escaladores están sujetos a la cuerda y Hassan yace en la nieve, con pantalones negros y una chaqueta amarilla. Foto: Lakpa Sherpa/8K Expeditions.

En dos de los artículos que aquí he publicado me he referido a la masificación de las ascensiones programadas al Everest por empresas nepalíes, la presión en el Himalaya y sus cumbres emblemáticas por individuos que pagan (a un elevado coste) la ascensión al techo del mundo, un “turismo de montaña” secundado por expediciones comerciales, de obsesionados por los ochomiles. Se repite la bochornosa escena de la cresta cimera colapsada por individuos apretujados, sin casi movilidad, esperando su turno para llegar a la cima, con un manifiesto peligro de que el atasco se traduzca en una tragedia. Ya son muchas las muertes causadas por tamaña insensatez. El negocio bien montado por el Nepal, explotando el afán de notoriedad de individuos que no ven en las montañas otro objetivo que satisfacer su ego consumista, se ha trasladado también al K-2, la hermosa y espectacular pirámide, segunda cima de la gran cordillera.

Detalle de la cola humana al K2 FOTO: Mingma G.

Insisto y me repito comentando una vez más este degradante comportamiento que prostituye el venerado sentimiento de las montañas, donde acceder a sus parajes protegidos por la altura y el relieve, santuario por excelencia del montañero, queda resuelto con el apoyo mercenario de guías, porteadores de altura, centenares de metros de cuerda fija, botellas de oxígeno, aprovisionamiento, campamentos instalados; situar a los clientes a la máxima altura con helicóptero (puede ser 6000 metros) …Lo que haga falta, se paga para eso. Llevar con este sistema a centenares de personas a las grandes cimas, entre muchos factores éticos y de seguridad a enjuiciar, está las toneladas de basuras que generan y que, naturalmente, estos turistas de saneadas cuentas corrientes, no recogen.

Desde el Romanticismo en el que nace una visión desinteresada e idealizada por las montañas, la ensoñación de las ascensiones enfrenta al hombre con el rigor y el riesgo del universo hostil de las cumbres y el llamativo vértigo de los caminos verticales. Conductas y sentimientos ante la desinteresada fascinación de las montañas que ha inspirado una ética y un código de comportamiento no escrito. Un código que ha dejado grandes gestas humanas en las crónicas montañeras de sacrificio humano sin límites. Pero crónicas negras también plagadas de mezquindad, abandono y vileza: El montañismo no está, ni mucho menos libre, de los comportamientos más egoístas y de inhumana indiferencia por el logro de un objetivo.

El pasado 27 de julio en la ruta al K-2, una larga caravana de un centenar de turistas colapsaba un empinado tramo hacia la cumbre. Sorprendente e irresponsable acometida a una montaña, segunda del planeta por su elevación, de dificultad técnica y de marcado mal tiempo, factores que tantas vidas se ha cobrado. Sobre el itinerario marcado y comercialmente equipado de la ruta de ascensión y a 8.200 metros de altura, el porteador pakistaní de altura Muhammad Hassan sufrió un accidente y, malherido, fue dejado sobre la ruta donde perdió la vida: los turistas uno tras otro, camino hacia la cima, pasaron por encima de su cuerpo. Nadie le prestó auxilio cuando yacía moribundo, nadie se detuvo a intentar salvarlo o, al menos, aliviar con un gesto humano sus últimos momentos. Tan abominable comportamiento está recogido en un vídeo, en directo registrado el dramático episodio de tan insensible dejadez, de individuos que subían atentos solamente a completar e inmortalizarla con un selfi en la cumbre su “proeza montañera”. Vídeo subido a Instagram y difundido con la rapidez y alcance del medio que ha dado la vuelta al mundo.

La travesía bajo el Gran Serac el 27 de julio de 2023. Los escaladores están sujetos a la cuerda y Hassan yace en la nieve, con pantalones negros y una chaqueta amarilla. Foto: Lakpa Sherpa/8K Expeditions.

En esta cruel indiferencia Hassan terminó su vida a los 27 años de edad, dejando mujer y tres hijos, cuando intentaba con la dureza de este oficio, subvenir a las necesidades de una familia acosada por la pobreza. Se admite las dificultades extremas de los rescates por encima de los 8.000 metros, zona letal de estricta supervivencia donde ha cundido entre un sector himalayista el principio fatalista de asumir su propia suerte y no esperar ayudas ni prestarla. No debe ser así, no tiene por qué ser irrenunciable acudir a los necesitados de ayuda: la historia del alpinismo está ennoblecida por sacrificios ejemplares de socorro, renunciando a la ansiada cumbre cuando ya está a mano o con riesgo de la propia vida, permanecer con el compañero de cordada herido o acudir a un salvamento. Lo contrario, también forma parte del comportamiento del hombre y de lo que algunos están dispuestos a rebajarse moralmente por subir montañas.

Mohamed Hassan. 
Foto de : Adventure Alpine Guides

Volviendo a Hassan y su humilde origen, no parece que pueda haber dudas de que en el caso de que el accidentado hubiera sido un turista, se habrían movilizado todos los dispositivos para salvarlo o rescatar su cuerpo. Claramente se sabe que había grandes medios técnicos, material y equipo como para llevar buen fin el auxilio de Hassan, pero no se hizo: supuestamente se priorizó a los clientes, como buen fin empresarial. La situación no es nueva, pero la pronta y extensa difusión del vídeo y su deshumanizado y banalizado mensaje, pone sobre la mesa para muchos como la solidaridad, la estética y la ética deben prevalecer como valores de la montaña como escuela.

Rafael Cebrián Gimeno