Hacia pocos días que en olíamos a nieve desde la misma ciudad de Valencia. La Calderona, Espadán, la sierra de Chiva, todo estaba nevado, pero cuando salimos el domingo por la mañana parecía haber desaparecido y nos dirigimos a Bejís, sin muchas esperanzas de pisar suelo blanco. Desde el pueblo tampoco se veía nieve cercana, pero nada más ascender por un tortuoso sendero apareció en la ladera y no desapareció hasta el regreso. El recorrido fue circular subimos por las lomas de los Pradillos y continuamos ya en alto por el ancho camino del Cubillo. Abajo quedaban las Arteas. La diversión comenzó cuando el itinerario dejó la pista y subimos por una ladera, por un invisible sendero que quedaba enterrado. Los que iban abriendo huella merecen un homenaje ya que en cada paso la nieve llegaba más arriba de la rodilla. Entre la intuición de Manolo corroborado por el GPS de Paco, llegamos a la parte alta y dejamos atrás el corral de Illera por los Prados de Capilla.
Miguel “el inquieto” le supo a poco tanto sube-baja y desapareció por un rato insistiendo en que había subido al verdadero Peñaescabia.
El esfuerzo fue grande y todos nos alegramos cuando vimos a lo lejos el vértice geodésico y fuimos hacia él.
En el regreso, el paisaje blanco, la altura y las rocas de la bajada desde la cumbre dejó cumplidas las expectativas de la excursión. Eso si, la comida, a las cuatro y el regreso por el camino de Los Tajos.

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