Al sur del Atlas Central, el austero macizo volcánico de Siroua es el contacto orográfico entra la gran cordillera y el Sahara. Hasta 3.305 metros de altitud en la cima que da nombre al sistema, se eleva este desolado conjunto de pedregosas montañas, mesetas y desfiladeros rocosos, antesala del desierto de arena. Entre los pliegues de la torturada y árida topografía, una diseminada población berebere es el último vestigio de vida sedentaria, un desafío humano de supervivencia antes de acceder a las interminables llanuras de arena, el mar de dunas donde la presencia del hombre se reduce a los nómadas beduinos y al verde refugio de los oasis.
El paisaje.- Las montañas, en general, no presentan grandes desniveles de base ni espectaculares fachadas o cresterías, pero si laderas de fuerte pendiente. Hay desfiladeros abruptos, abiertos por la erosión, con el roquedo moldeado por el agua y el viento sobre una roca eruptiva de difícil sistematización y de llamativa coloración rojiza, ocre, amarillenta o negruzca, variada en gamas estratificadas que, en ocasiones, se alternan depositadas por los aportes volcánicos. Sobre el componente básico de la génesis eruptiva, su geoestructura y respuesta selectiva ante los agentes atmosféricos, define el sobrio atractivo y la fascinación de sus formas, un exotismo para la retina mediterránea acostumbrada a la predominante arquitectura caliza y a sus grises o blanquecinas tonalidades.
El agua es un bien escaso, lluvias otoñales y las nieves del Atlas de donde descienden arroyos, algunos permanentes, pero sometidos a la merma del fuerte estiaje, y, los que más, agostados con el sol abrasador del verano. Entre mayo y octubre no es para andar por estos yermos territorios calcinados por al ardiente sol, sin árboles, con una escasa y rala vegetación, tenazmente adaptada y resistente a un extremado medio hostil, de resecas tierras que reverberan implacables la luz y el calor. Bajo estas condiciones climatológicas y sobre una topografía de montes, plataformas e inhóspitas gargantas, la vida es mera supervivencia, con poblados distanciados entre sí y grandes extensiones naturales como recurso de compensación a la pobre agricultura y difícil ganadería. Una sequía, si es prolongada, tiene dramáticas consecuencias, como la vivida en los años precedentes a mi paso por estos lugares (Navidades 2009/10). Un cultivo excepcional y un recurso importante, el azafrán, alsafran según la denominación autóctona, adorna el paisaje humano en la primavera con el colorido de los campos
La comida: excelente alimentación, saludable y variada, sobre la base vegetal de variopintas ensaladas; verduras y legumbres; fruta fresca; frutos secos… Cuscús, Tajin, en distintas versiones, vegetal, de cordero, de ternera…, siempre con aceitunas. El cordero y el pollo como complemento proteínico, una verdadera cocina mediterránea, bien elaborada y con el te, como bebida a todas horas, en todo momento y circunstancia, muy azucarado y perfumado con el excitante sabor de hierba buena. La tradición berebere enfatiza sobre el soporte nutritivo, básico de su cultura: el pan, el aceite y el te. Y con estos tres elementos conforman su hospitalidad, abierta a todos, y en la humildad acogedora de sus casas de tierra prensada, los tres componentes de la dieta no faltan, como gesto de acogida, al recibir al extranjero.
Aspectos sociales.- Este sur doliente, tiranizado por una rigurosa climatología sobre un severo relieve, marca una profunda desigualdad con el norte, las tierras tendidas desde el Atlas hacia el mar, de excelente agricultura y un aceptable régimen de precipitaciones. La emigración como alternativa al desmantelamiento del medio rural ante la crisis de imposible adaptación de sus sistemas productivos, no dispone de un tejido social receptor al modo como lo ha sido en Europa. La emigración interior tropieza con esta debilidad estructural. El señuelo de Europa es un poderoso imán para los más jóvenes de un país joven, donde el 50 por ciento tiene menos de 25 años, desplazados que no dudan en afrontar toda suerte de contratiempos en la dramática aventura de la emigración clandestina. En los primitivos pueblos de la cordillera, escalonados en graderíos y en peldaños agrupadas sus viviendas de techumbre plana, no es difícil ver la moderna antena parabólica, el ojo que mira al primer mundo y que trae, ante la mirada perpleja de gentes que viven en la Edad Media, la imagen de un “mundo feliz” que publicita comida para perros y para gatos, quizá la visión más deformante de Europa, posiblemente una de las que con mayor fuerza, inciten a abandonar el terrazgo nativo y la familia en busca de mejores posibilidades.
Fin de año en el Siroua.- Las montañas de Marruecos son una permanente invitación a caminar por el exotismo de hermosas cumbres y sierras. El Marruecos profundo de las montañas y el mundo berebere, es un notable conjunto de bellos paisajes naturales y humanos, no muy lejos de nuestra tierra y con bien organizados trekkings que facilitan llegar al corazón de apartadas regiones. El Atlas Central es lo que más suena, allí el Toubkal y sus 4.165 metros, más otras cuatro cumbres de 4.000 metros, cimas nevadas durante muchos meses, son el reclamo del montañismo y de las largas travesías. Siroua es uno de los sistemas menos conocidos, no tan espectacular como el Atlas Central, en las cercanías del desierto y en los que pasé una semana de travesía, entre el 27 de diciembre de 2009 y el 3 de enero de 2010, un fin de año de cara a la montaña, con la ascensión a su más elevada cota y que da nombre al sistema, Siroua, de 3.305 metros de altitud. Una bonita experiencia y pequeña aventura –muy llevadera y controlada-, por montañas no muy visitadas (por el momento), en las que se conjugan la fascinación de los paisajes, el ensueño de nuevas montañas a conocer y el encuentro ante la humilde plenitud de gentes que viven sus anhelos y esperanzas integrados en una naturaleza avara en sus dones.
Enhorabuena Rafa por este magnífico viaje, tus espectaculares fotografías y tu completo comentario sobre tu estancia en Marruecos; con todo esto nos descubres un nuevo desierto, un nuevo Marruecos lejos del turismo más tradicional. Espero tu proyección en el Centre.
La prosa que utilitza Rafa sempre és la millor targeta de visita que t'obri les portes de qualsevol nova experiència. Experiència que m'agradaria compartir amb ell, m'agradaria conèixer "las resecas tierras que reberberan implacables la luz y el calor", m'agradaria endinsar-me en "la fascinación de los paisajes, el ensueño de nuevas montañas a conocer y el encuentro ante la humilde plenitud de gentes que viven sus anhelos y esperanzas integrados en una naturaleza avara en sus dones". podem sentir-nos privilegiats per gaudir de l'oratoria d'un personatge tan sublime com Rafa, que ens recorda constantment que els anys no van en absolut lligats a l'entusiasme i al treball.