HACE CUARENTA AÑOS QUE SEIS MONTAÑEROS GANDIENSES MURIERON SEPULTADOS POR UN ALUD EN GREDOS.

Rafael Cebrián Gimeno

El 14 de abril de 1979, hace ahora cuarenta años, seis montañeros gandienses morían en la sierra de Gredos sepultados por una avalancha de grandes proporciones de nieve que arrastraba en su descenso piedras arrancadas de las laderas, la mayor tragedia de la historia del montañismo en nuestra comunidad y, también a nivel nacional en aquel entonces. Un artículo aparecido en el diario Levante del día 21 de abril, rememora el desgraciado accidente, encomiable artículo precisando fechas y detallando acontecimientos que denota buena información en su contenido. Tenía las fechas por fuerza olvidadas por mí a tanto tiempo pasado, pero no el recuerdo imborrable del drama, como uno de los episodios más penosos vividos en nuestro pasado montañero.

El grupo intentaba la ascensión a La Mira, una de las cumbres más elevadas del sector central de la sierra, de 2.343 metros de altitud, partiendo desde Guisando, población perteneciente a Ávila, situada al pie de Gredos en su vertiente sur. El itinerario remonta la canal de La Apretura, flanqueada por el espectacular cordal erizado de agujas graníticas de Los Galayos, hasta alcanzar el anfiteatro de La Plataforma, y, de allí, a la cumbre. Dice el artículo citado que, cuando estaban a mitad de camino les sorprendió el cambio de tiempo, una fuerte ventisca y decidieron acampar y esperar a que amainaran las condiciones meteorológicas para continuar la ascensión. Mis recuerdos son diferentes, creo que fue en el descenso cuando decidieron montar las tiendas y pernoctar en la Apretura. No puedo afirmarlo, la memoria es muy frágil. En cualquier caso, es lo mismo, las diferentes versiones no alteran el infortunado desenlace: un alud de grandes proporciones conformado en la parte superior, barría una amplia zona y se canalizaba por la Apretura abajo y los sepultaba durante la noche, cuando dormían cobijados en las tiendas y el confort de los sacos. La magnitud de la avalancha nos la da a entender que sus cuerpos fueron rescatados ocho días más tardes, bajo un espesor de nieve de varios metros, después de un laborioso trabajo de búsqueda y reconocimiento de los derrumbes del alud, por parte de voluntarios, Guardia Civil y Cruz Roja, en una búsqueda desesperada, una vez que los familiares dieron la voz de alarma ante un regreso previsto que no se cumplía y ante la total ausencia de noticias.

La ciudad de Gandía quedó conmocionada ante la magnitud del accidente, una pequeña población en la que todos, prácticamente, se conocen y donde todos se sentían afectados en distinto grado de proximidad con los fallecidos, y que asistía conmovida a la violenta muerte de seis de sus hijos. El duelo fue impresionante. El 23 de abril, la capilla ardiente instalada en el Palau Ducal, la misa en la Colegiata y el funeral y traslado al cementerio, concentraron a centenares de personas en un acto multitudinario: una ciudad que acudía en masa a despedir a los infortunados montañeros, al cual nos sumamos incontables miembros de las sociedades excursionistas, en un último y emocionado adiós a los compañeros.

La actividad del Centre Excursionista de Gandía, en momentos en que había alcanzado un estimable nivel en nuestra comunidad, se resintió profundamente del drama, con renuncias de muchos al montañismo y a la escalada, instigadas por una comprensible presión familiar. Cito los nombres de los fallecidos: Maite Villaplana, Pep Camarena, Carlos Román, Ignacio Hernandez, Juanjo Martinez y Ximo Martinez, de edades comprendidas entre 20 y 26 años. Cabe recordar a Pep Camarena y su historial montañero, protagonista en aquel entonces de escaladas de alto nivel con un evidente y prometedor futuro en el alpinismo, un referente en aquellos años por la apertura de vías de elevada dificultad y gran longitud, un reto de la escalada pionera de aquellas décadas. En el número tres de GUAITA, el modesto boletín que recogía la vida social y montañera del Centro Excursionista de Valencia, se publicó en junio de 1979 la reseña y ficha técnica personal de su escalada en la vertiente Sureste del Penyal d´Ifac, realizada junto a Kanko Martinez en octubre de 1978, una primera bautizada como “Herbes Mágiques”, de 300 metros de desnivel, con desplomes, vía graduada entonces como MD-A2, en la que tuvieron que hacer un vivac y que ponía de manifiesto el nivel de escalador de élite de Pep que perpetua su memoria en nuestros días. No se cuál es en la actualidad la clasificación de esta vía, dada la progresiva revisión del grado en la estimación de dificultades, inducida por la permanente evolución y mejora técnica, pero si puedo afirmar que, con arreglo a los cánones de estimación del momento, fue de general reconocimiento y valoración.

El mismo día de este accidente, a mediodía, un segundo alud se abatió sobre un grupo de cuatro montañeros madrileños, de los cuales, uno de ellos falleció. Aquellos años, en los que la madurez del alpinismo español buscaba el reto de la montaña invernal, se produjo un elevado porcentaje de accidentes provocados por las avalanchas de nieve, un riesgo del invierno que no debe ser un impedimento a las ascensiones, pero que obliga a considerar factores de riesgo añadidos, tener un conocimiento del relieve de la montaña y a conocer su influencia en la dinámica de los aludes. La interesante y hermosa ruta de La Mira, un clásico de Gredos, que desde el anfiteatro superior del Galayar y la cumbre, desciende hasta el pie cubriendo un notable desnivel de 1400 metros, lo hace por una canal con zonas de bastante pendiente, cuya morfología la define el topónimo descriptivo de La Apretura. Sobre estas características de la zona, propicias a la acumulación de las copiosas nevadas de aquellos días y el corredor pendiente abajo como disparadero, pusieran en movimiento grandes masas de nieve y piedras arrancadas por la fuerza de arrastre. Las avalanchas de primavera son especialmente peligrosas y destructivas, pesadas, con la nieve apelmazada con agua, de precario equilibrio que se rompe, principalmente, por la elevación de las temperaturas. En aquella Semana Santa de 1979, coincidieron días de fuertes nevadas y variaciones de la temperatura al alza, comportamiento climático propio de la primavera que fue el desencadenante del trágico accidente.

En homenaje y recuerdo a los fallecidos, familiares y miembros del Centre Excursionista de Gandía, colocaron una placa conmemorativa sobre una roca en la zona del siniestro, memoria y testimonio de todos que sienten la solidaridad, el afecto y la amistad nacida en la montaña.

Artículo de R.Gálvez publicado en el número 4 de la revista Guaita
Un comentario en «Hace cuarenta años…»
  1. Magnífic article de Rafael Cebrián, en què recordant un trist esdeveniment del muntanyisme valencià, ens fa tenir en compte i no oblidar els perills que pot tindre el món de la muntanya que tant estimem.
    Miquel

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