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LOS GLACIARES Y EL CAMBIO CLIMÁTICO
GLACIARISMO EN EL PIRINEO

Rafael Cebrián Gimeno

LOS GLACIARES Y EL CAMBIO CLIMÁTICO. GLACIARISMO EN EL PIRINEO

Muchas rutas históricas en las grandes montañas de la tierra han perdido algunas de sus características técnicas que les dieron singularidad desde los inicios del alpinismo romántico de exploración y conquista, modificados sus pedestales por el retroceso glaciar que deja el inicio de las rutas con punto de partida de escalada muy por debajo de su histórica iniciación. Con el progresivo y continuado calentamiento del planeta, se suceden cambios en la morfología glaciar que han alterado o imposibilitado rutas antaño clásicas con la reducción del espesor de las masas heladas y derrumbes provocadas por el minado de su interior por las aguas de deshielo. Alteraciones del relieve de superficie en las rimayas, grietas, seracs y una mayor extensión de las zonas sedimentarias pedregosas convertidas en campos de bloques compactados por el hielo, inestables edificios que pueden convertirse en terrenos intransitables o peligrosos cuando se desmoronan al perder su consistencia por el deshielo.

El calentamiento climático repercute especialmente en los glaciares, el sector más vulnerable ante el continuado incremento de las temperaturas y donde las alteraciones en su configuración son más acusadas que en otros medios. El acelerado impacto en su licuación ante veranos cada vez más largos y calurosos, disminución de las precipitaciones y cálidos inviernos de tardías y escasas nevadas que no son capaces de regenerar las pérdidas estivales y reconstruir su armazón helado, conlleva inevitablemente, al deterioro y retroceso glaciar, camino de su extinción en grandes extensiones continentales y en las grandes cordilleras, modificando su entorno medioambiental. La cubierta de nieves eternas como recurso y reserva hídrica que alimenta los caudales de ríos y lagos, es una preocupante amenaza para los vitales niveles hídricos garantes de la supervivencia de la sociedad humana. En otro sentido, los venerados paisajes de la alta montaña pierden uno de sus valores estéticos más significativos.

LA EDAD DE HIELO

Durante un largo periodo a finales del Cuaternario gran parte del planeta quedó cubierto de un espeso manto helado, un episodio extremo de la historia de la tierra que la Geología ha singularizado como la Edad de Hielo, caracterizado por abundantes nevadas que, junto a las bajas temperaturas predominantes, formaron espesos mantos y corredores glaciares sobre extensas áreas orográficas, plataformas continentales y cordilleras. Milenios durante los cuales el curso de las potentes corrientes heladas, en su lento pero continuado discurrir al modo de las corrientes fluviales, han modelado con su mecánica erosiva la arquitectura de las montañas, valles en forma de artesas, cubetas de lagunas e ibones y han cincelando prominentes aristas y espolones, perfiles y láminas rocosas, acumulando en el tránsito, sedimentos, morrenas y campos de bloques que dotan los paisajes de cautivadoras formas y espectacular cromatismo que nos revelan la vida de las montañas.

LA PEQUEÑA EDAD DE HIELO (PEH)

Hace unos 20.000 años termina el último periodo glaciar, se suavizan las temperaturas y da lugar al lento y progresivo retroceso de las grandes masas de agua congelada. Pero entre los siglos XIII/XIV al XIX, nuevamente se recrudece el clima con intensos fríos globales y copiosas nevadas, inaugurando un nuevo episodio glaciar que los geólogos han denominado la Pequeña Edad de Hielo (PEH). Acontecimiento climático que vive una sociedad que registra y documenta la dureza climática que durante siglos afectó profundamente en todos sus órdenes a la vida de los pueblos. En el litoral mediterráneo, pese su situación geográfica meridional, las nevadas en cotas muy bajas fueron habituales e importantes, incluso al nivel del mar. La Albufera se heló en varias ocasiones, así como el Ebro que permaneció en estas condiciones extremas en varias ocasiones y durante días. Las crónicas registran reiteradamente la dureza de los intensos fríos y el avance glaciar que recuperó en parte sus abandonadas cuencas.

De Hendrick Avercamp – https://www.teylersmuseum.nl/nl/collectie/kunst/o-006-ijsvermaak
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A mediados del siglo XIX se da por terminada la PEH y el progresivo y continuado incremento del nivel térmico pone en marcha la recesión de los glaciares. Se suceden cambios que podemos incluir dentro de los procesos naturales de la climatología, apenas perceptibles por la temporalidad humana. Pero el desmesurado consumo desde el siglo pasado de combustibles fósiles, la base del desarrollo económico desde la Revolución Industrial, responsable de la emisión de gases de efecto invernadero, ha acelerado de forma alarmante el Cambio Climático. El planeta recalentado, batiendo récords en este sentido año tras año, nos muestra preocupantes índices, tal como los 38 grados alcanzados en Siberia; el permafrost (Suelo permanentemente congelado) donde se han fijado los cimientos de edificios en ciudades ahora afectadas por sus bases que están perdiendo la solidez que garantizaba, a modo de un sólido cemento, el suelo helado.

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El deshielo que se produce a mayor velocidad de lo esperado de grandes masas en las regiones árticas, antárticas y de Groenlandia, cuya superficie es las más grande tras las dos polares, unido a la deglaciación en las grandes cordilleras, introducen modificaciones en el comportamiento climático causante de inundaciones, sequías que propician incendios forestales, la subida del nivel del mar y variaciones en las corrientes marinas. Anómalos comportamientos ya instalados con todas sus consecuencias en nuestro maltratado planeta y que a todos nos afecta, ante los que solamente cabe una unidad de acción universal para aminorar su negativo impacto en el medio natural, antes de que su incidencia en la supervivencia humana los devenga irreversibles. El retroceso de los glaciares y muerte de algunos de ellos, ya es un hecho constable a un ritmo que percibimos con toda su dura magnitud con parámetros temporales humanos en el impacto sobre los paisajes de las altas montañas.

GLACIARISMO PIRINAICO

La gran cordillera pirinaica es la reserva glaciar más meridional de Europa y única en la Península Ibérica. Un territorio de alta montaña de geografía y vida, compendio cultural, humano y paisajístico, campo de vivencias y esencias montañeras como símbolo del alpinismo español. Durante las grandes glaciaciones del Cuaternario el Pirineo y los principales núcleos montañosos de la Península Ibérica, yacían bajo una espesa capa helada que cubría las zonas más elevadas, origen de valles glaciares y espesos y fuertes corredores glaciares que descendían hasta 800 metros sobre el nivel del mar. La observación científica de las morrenas terminales, el arrastre sedimentario de escombros generados por la poderosa fuerza y presión de las corrientes glaciares en su movimiento, ha dejado en el paisaje la huella y modelado erosivo que ha permitido conocer corrientes heladas que alcanzaron la longitud de 35 y 50 kilómetros, con espesores medios de 500 metros, un imponente campo de hielo pirinaico continuado Este a Oeste de 250 kilómetros por unos 50 km de norte a sur.

Imagen de 162481 en Pixabay

Con la Pequeña Edad de Hielo en la más elevada orografía hispana, Cordillera Cantábrica, Sierra Nevada y Pirineos, se reconstruyen en parte los glaciares cuaternarios que vuelven a tener relevante protagonismo con su extensión y longitud de kilómetros que llega en su avance cotas muy por debajo de las actuales. Los restos de aquel último periodo frío, conforman el glaciarismo pirinaico actual refugiado en las montañas que superan los 3000 metros. Desde mediados del XIX, con el final de la PEH muchos glaciares han desaparecido, extinguidos por el gradual e inexorable retroceso en las cordilleras españolas, quedando tan solo neveros testimoniales en los ventisqueros, salvo en el Pirineo, con su mayor presencia de volumen y área abarcada en el Aneto y Maladetas. El estudio de los edificios morrénicos y otras huellas que dejaron en el relieve esta regresión, ha permitido conocer su historia e identificar sobre el terreno el espacio ocupado antaño. Conocida y científicamente estudiada la glaciología española, precisada modernamente por las imágenes de satélite y GPS, el Instituto Español de Glaciología (INEGLA) nos da cuenta de la evolución de los glaciares pirenaicos en los últimos 150 años.

Franz Schrader
De Eugène Pirou – Bibliothèque nationale de France,
Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=46775956

En los años 1880 a 1894, aparecen las primeras mediciones de los glaciares en la vertiente española, obra del francés Franz Schrader (1844/1924), ilustre pirineísta, geógrafo y artista que, con la unidad de la ciencia y el arte, dejó para la posteridad la mejor representación pirinaica del momento, por la calidad de sus dibujos tomados al natural y con la ayuda de un aparato de su invención, el Orógrafo, dotado de un espejo y pantógrafo, con el cual dibujó con gran precisión amplias panorámicas. Sus preciosas aportaciones gráficas científicas enriquecieron el conocimiento de las montañas en una Europa en la que proliferaban los clubs alpinos que vibraban con la llamada y majestad de las altas cumbres en el romántico escenario que idealiza las montañas. Gracias al genio y sensibilidad artística, voluntad y amor por las montañas de Schrader, contamos con la representación gráfica del glaciarismo a finales del XIX en la espléndida y cautivadora vertiente española del Pirineo. Una cumbre de 3.177 metros, situada en la misma línea fronteriza con Francia, lleva su nombre en la vertiente francesa y el de Gran Bachimala en la española, dos topónimos para una montaña compartida con el país vecino. Una ruta clásica a este tres mil en el Parque Nacional de Posets- Maladeta, Valle de Gistain, tiene una vía normal desde el refugio de Viadós.

SITUACIÓN ACTUAL DEL GLACIARISMO PIRINAICO

En los últimos 40 años la regresión y extinción de los glaciares ha sido notable, quedando en la actualidad solamente 20, por añadidura en situación crítica, degradados sobre masas rocosas o reducidos a heleros. Por otra parte, nuestro Pirineo de vertientes a medio día y fuertemente influenciado por el Mediterráneo, es mucho más sensible al Cambio Climático, situación ambiental que acorta la supervivencia glaciar. El deterioro de la masa glaciar del Aneto-Maladetas, la más importante del Pirineo por la mayor altitud de la cordillera y su orientación septentrional con mayores aportaciones nivales, la vía normal a la cumbre se ha convertido en peligrosa, hasta extremos que se generalizado el rechazo a seguirla por los guías, debido al afloramiento de campos de bloques y hielo cristalino. La canal de Monte Perdido, vía normal de ascensión, hace unos años (no puedo precisar cuántos) por primera vez a finales de la temporada de verano, se podía ascender sin pisar la nieve, una anormalidad que en el presente año se ha producido en junio, en primavera. Esto solamente por citar impactantes de gran magnitud ya que, en todos los niveles, su presencia se multiplica.

Por primera vez fui al Pirineo en el año 1951, desde aquellos lejanos días hasta ahora, los recuerdos y las evidencias irrefutables de las consecuencias del Cambio Climático, anuncian que en el siglo XXI asistimos a la total extinción de las reservas de hielo, a la pérdida en los paisajes de las nieves eternas del amado Pirineo.

Rafael Cebrián Gimeno

Un comentario en «LOS GLACIARES Y EL CAMBIO CLIMÁTICO»
  1. Totalmente de acuerdo. Es un lástima, pero es la realidad.

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