Tras el intervalo estival retomamos la Tertulia literaria de la S.E.V. con una nueva aportación de nuestro amigo y colaborador Miquel Ylla, que en esta ocasión nos trae una reseña sobre otra joya de las que enriquecen su biblioteca, un libro que nos habla de las peripecias de un médico, como el propio Miquel, en Groenlandia, entre montañas, glaciares y Esquimales. Un extraordinario reinicio de la tertulia de la S.E.V.
Médico de Esquimales
Un relato profundamente humano de la vida de los Esquimales en Groenlandia
Aage, Gilbert, Barcelona: Editorial Iberia, S.A. 1949
Desde siempre, los polos, el Ártico y la Antártida, han atraído a los montañeros, para escalar en sus montañas, o para realizar travesías en los hielos. S.A.R. Luis Amadeo de Saboya, Duque de los Abruzzos, el hombre que poco después intentaría nada menos que subir al K2, nos dejó un libro fantástico (La estrella polar en el mar Ártico, Barcelona: Casa editorial Maucci, 1903). Reinhold Messner, el primer hombre que logró conquistar los catorce ochomiles que existen en la tierra, superó junto con el marino Fuchs, la región del Polo Sur (La Antártida, cielo e infierno, Barcelona: Ediciones Martínez Roca, 1992). Bonatti, en il giro del Mondo, también se va a los polos, y escribe sobre Tropico e Polo in un sorprendente contrasto (Época Universo, revista, Italia; 1970). Sebastián Álvaro, el director de Al filo de lo imposible, ha llevado a cabo más de cuarenta expediciones, desde el Everest a Tierra de Fuego y del Polo Norte al Polo Sur (La conquista de los tres polos, Álvaro, Sebastián, Ortega, Javier, Madrid: Ediciones Temas de Hoy, segunda, 2000). Para poner solo unos ejemplos. En toda buena biblioteca de montaña no puede faltar una buena colección de libros de los polos: Franklin, carreras al límite, Amundsen, Scott, Shackleton (Alexander, Caroline, Atrapados en el hielo, Barcelona: Columna ediciones, 2008) …
Pero a los Polos no han ido únicamente exploradores y montañeros, en los hielos han vivido misioneros que han relatado sus experiencias en muchos libros (Duchaussois, R.P, En los hielos polares, Bilbao, Misioneros Oblatos de María Inmaculada, Santa casa de Misericordia, 1931) y también médicos, como el del libro que hoy comento. Y es que en el Ártico vive un pueblo ancestral, feliz o infeliz, el de los esquimales, que con sus kayaks, sus trineos y sus perros ha hecho soñar a muchos aventureros.
El libro Médico de esquimales, me esperaba, seguramente, incómodo y apretujado, en la estantería de la pequeña librería de viejo, la Llibreria del Palau, delante del Palau de la Música de Barcelona; hasta que llegué yo, un médico, y lo rescaté. Fue el 2 de mayo del 2008. Sé el día porque la fecha esta anotada debajo de mi Exlibris; lo que no recuerdo es el precio en euros que pagué por él, en una de las guardas está escrito, a lápiz, el precio antiguo: 3.000, (tres mil pesetas). No tengo ninguna duda que lo debí comprar por tres razones: porque su autor era médico, porque hablaba de Groenlandia y porque contenía un Exlibris muy bonito (ahora contiene dos).
El año 1938, después de un largo y penoso viaje marítimo, el joven doctor danés Aage Gilberg y su esposa Lisbet llegan a Thule, la colonia fundada por Rasmussen en el noroeste de Groenlandia, dentro del Círculo Polar Ártico.
«Poseídos de extraña sensación, izamos la bandera de la enfermería para despedir al Svaerdfis Ken, que zarpaba de la bahía North Star para no regresar hasta dentro de un año por lo menos. Quedábamos ahora entregados a Thule, a su arisco paisaje y a sus singulares moradores».
En una de las solapas del libro está escrito que por encima de todo, el doctor Gilberg, con pluma ágil, tierna simpatía y fino humorismo, nos va presentando la vida de los esquimales. La obra va ilustrada con fotografías obtenidas por el propio autor.
Nos cuenta también sus largos viajes en trineo, para ir a visitar a sus pacientes, y las excursiones que realiza por Groenlandia.
«Y ahora, como primer médico oficial de Thule, me hallo en la cumbre de una alta montaña contemplando la tierra desnuda, pero deliciosa, escuchando las sincopadas voces del poblado y prometiéndome in mente, a mí mismo y a estos hombres, ser fiel a las excelentes tradiciones por las cuales saben regirse».
El doctor va explicando aventuras y curiosidades, como un viaje médico al distrito Norte, las Navidades de los Inuit, y la visita médica en la casa de la nuera de Peary. Gilberg ha de realizar un viaje de 85 kilómetros por el hielo lleno de penalidades hasta Igfigsôq, para visitar a la esposa de Kale, el hijo natural que Peary tuvo con una mujer esquimal. Benigne morirá de fiebre puerperal después de dar a luz.
«La noche fue terrible, El lecho común y el pavimento estaban llenos de durmientes que roncaban y niños que lloraban. Había cinco de ellos. Benigne gemía sin cesar, y en ocasiones lloraba dolorosamente. Dos veces tuve que darle morfina».
En el viaje de vuelta está a punto de morir:
«De pronto se desató una tempestad de nieve con toda potencia y estrepito. Montamos a toda prisa en los trineos y en loca carrera avanzamos unos 500 metros. Nos refugiamos en una gruta del acantilado y la tempestad nos tuvo encerrados en esta cueva durante dos días, pero lo pasamos bien».
Antes he mencionado que en la contraportada del libro está pegado un exlibris con un dibujo encantador. En él se ve la inconfundible silueta de los Encantats, la montaña del Pirineo leridano, y debajo, sobre el nombre del propietario, hay una mochila, un sombrero, un piolet, un palo de esquí, una cuerda, una cantimplora y una lámpara de mano.
El día 26 de junio del 2009 asistí a la presentación de la primera edición del catálogo de la exposición organizada por el Centre Excursionista de Catalunya sobre la ambiciosa e intensa creación fotográfica de Ignasi Canals y Tarrats (1896-1986). El libro lleva por título Objectiu infinit (Barnadas Ramon, Objectiu infinit, l’ambiciosa i intensa creació fotogràfica d’Ignasi Canals i Tarrats, Barcelona: Centre Excursionista de Catalunya, 2009). Josep María Cuenca, el presentador, nos contó que la familia Canals había donado toda la biblioteca familiar al archivo del Centre Excursionista de Catalunya. Durante la presentación proyectaron el exlibris de Canals, que también está impreso en la contraportada del libro.
Finalizado el acto, compré el libro y me acerqué al presentador y autor para que me lo dedicara y firmara. Aproveché para decirle que no todos los libros de Canals habían ido al archivo del CEC. Yo tengo uno le dije, lo sé por el exlibris. Mi libro, Médico de Esquimales, había pasado por las manos del fotógrafo de montaña, había estado en la biblioteca de Canals y Tarrats.
Y es que como decimos en catalán: de llibres i de paraigües no se’n tornen gaires.
Por eso este libro bueno ya ha pasado por dos bibliófilos, con exlibris adosados cuenta sus pasos. Los libros, ay los libros… Saben que perduran y que nos sobreviven. Lo que no queda claro es si somos nosotros los que los buscamos a ellos, o si son ellos, los libros huérfanos, los que nos buscan a nosotros.