El 20 de octubre nos dejaba Juan Sanchis Ferrer, montañero y espeleólogo pionero, nacido en Valencia el año 1926. He perdido al amigo y el maestro en mis inicios, con el que di los primeros pasos por la montaña y en la Espeleología, actividades por aquel entonces de descubierta e iniciación, conocimiento del propio país y la exploración de las cavernas y simas, el mundo apasionante de la Valencia bajo tierra y su importante potencial, apenas desvelado por aquel entonces. En el año 1951, en su compañía y junto otro entrañable amigo de ambos, Juan Solbes Aguilar, fallecido el año 2003, mi naciente inquietud vivía por primera vez los majestuosos paisajes de la alta montaña: el Pirineo, en una larga y dura travesía con las ascensiones a las tres cumbres señeras de la cordillera.
Emocionado bautizo e inolvidable lección recibida a mis 17 años que me abría el horizonte de las montañas y su cautivador hechizo que ya nunca me ha abandonado. Por primera vez supe también de la especial comunicación, vínculo y sentimientos que compartes con el compañero con el que te has unido en la cordada de cara a la montaña, recibiendo el oportuno gesto y ayuda que tanto significan en los inciertos pasos iniciales.
Juan formó parte del grupo de diez componentes que toman el testigo de la perdida base de entidades excursionistas de anteguerra, para integrarse en un proyecto asociativo que fragua con la creación en el año 1946 del Centro Excursionista de Valencia, primera sociedad en el País Valenciano en la postguerra, de participación y reconstrucción de un incipiente tejido humano excursionista nacido en los años treinta y violentamente cercenado por el conflicto bélico. El CEV fue el germen de la posterior evolución de las actividades deportivas y culturales montañeras, el fomento de la pedagogía de la montaña con cursos de enseñanza, los cimientos de estructuras y organización social, modelos que estimularon y alentaron la creación de otras entidades en toda nuestra geografía comunitaria.
Juan pertenece a una generación que se sobrepone a las dificultades, la penuria y la sórdida dictadura franquista imperante y vive intensamente la naciente e idealizada vocación de las actividades de montaña en todas sus exponentes y retos de dificultad. Había que tener una inquebrantable vocación en aquellos difíciles años, en un oprimido medio social de extremas carencias económicas, dificultades de toda índole y escasos y deficientes medios de comunicación, como para realizar proyectos y compromisos personales, en la ciudad y en la montaña.
Físicamente muy bien dotado, con un estilo personal en la escalada y la Espeleología, combinaba sus buenas condiciones atléticas con la seguridad en sí mismo y la equilibrada audacia de decisión y prudencia en los pasos. Formas y estilo reconocidos y valorados en unas circunstancias que imponían la total ausencia de antecedentes en la escalada y con la absoluta carencia de escuela, de cursos de montaña y Espeleología que todavía tardaría unos años en impartirse, además del escaso e inadecuado material técnico auxiliar. Adversidades que confieren a Juan Sanchis el distintivo de referencia y memoria del periodo pionero de nuestro montañismo. Desde mi ingreso en el Centro Excursionista en el año 1948 hasta nuestros días, Juan Sanchis ha sido una de las personas por mi conocidas mejor dotadas físicamente: no tengo la menor duda de que, en un medio de mayores oportunidades, cuando se alcanzó un desarrollo alpinístico nacional reseñable y la economía permitía hacer realidad el ensueño de ascensiones de mayor rango, al que ya no pudo acceder, habría alcanzado un destacado nivel en el alpinismo valenciano. Llegó hasta donde pudo, pero ciertamente, con él y su generación, se dan los primeros pasos que propician el despegue posterior.
Van en estas líneas el propósito de situar a Juan en su merecido lugar como precursor en sus albores del montañismo en nuestra tierra y reivindicar, al mismo tiempo, su momento de protagonismo ante las nuevas generaciones cuyo nombre nada les dice y que deben ser conscientes de que la sólida vertebración asociativa, ordenamiento y los logros en el alpinismo nacional alcanzados en nuestros días, se sustentan sobre lejanas actuaciones, avanzadas y calladas posturas personales que deben ser juzgadas con arreglo a los parámetros de la época en que se realizaron. En otro sentido mi personal recuerdo de una larga y duradera amistad nacida en las montañas. Al decir adiós, que no es olvido a un amigo, mi sentido pésame y recuerdo a los suyos con todo mi afecto, especialmente a Carmela, su compañera de suertes e infortunios compartidos durante una larga vida.
Rafael Cebrián Gimeno