En el año 1917 el pastor Albert Roda dio a conocer las pinturas rupestres de la Cova dels Cavalls. Se cumplen cien años de uno de los más relevantes descubrimientos del Arte Rupestre de la Prehistoria europea. Desde aquel primer hallazgo hasta nuestros días, veintiuna cavidades decoradas con varios centenares de figuras, compendian el más importante conjunto del Arte Rupestre del Arco Mediterráneo del Levante Español, declarado por la UNESCO en el año 1998 PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD.

En el Arte Rupestre tenemos la más expresiva interrelación cultural del hombre con la naturaleza, la dependencia de las economías de cazadores a los ciclos naturales, en los que interviene como un elemento más de los ecosistemas. El paisaje, inspirador de las decoraciones, lo es todo en nuestro imaginario en la búsqueda de su interpretación. La variada fauna salvaje está representada en secuencias de gran vivacidad, escenas con el hombre como protagonista, armado con arco, a la carrera en vitales episodios de caza. Sorprende la maestría y belleza artística de las composiciones y delicado dibujo de las figuras, un sobrecogedor legado cultural del hombre enfrentado al medio natural en la lucha por la existencia.

La Valltorta forma parte de la red hidrográfica de las comarcas septentrionales castellonenses, un conjunto de ramblas de cursos esporádicos que desaguan en el mar, cuencas torrenciales receptores del drenaje de las montañas interiores del Maestrat, captado por un entramado de cortos barrancos de altas cabeceras. Secos y pedregosas cauces sujetos al irregular régimen pluviómetro mediterráneo, causa en su comportamiento extremo de sequías y furiosas avenidas de devastadoras consecuencias.

A largos trechos del sinuoso curso de la Valltorta, sus vertientes están estructuradas por escarpes calizos, donde la erosión selectiva ha cincelado sobre la disposición horizontal de los estratos, un rosario de cavidades lenticulares de escasa profundidad, algunas de difíciles acceso, sin condiciones como refugio natural, donde se sitúan las decoraciones. Partiendo de la hipótesis de que las pinturas obedecen a una desconocida intención, la elección de estos lugares por los cazadores-pintores se interpreta como un ritual mágico de invocación o conjuro que propiciara la suerte de la caza, de la cual dependía la subsistencia del grupo. Una lectura, de mayoritaria aceptación por los investigadores, que convertiría en santuarios las cavidades decoradas y en sacerdotes a los pintores.

El Centenario de tan notable descubrimiento es una buena excusa para una excursión a la Valltorta, que tiene como paso obligado el museo ubicado en la zona: las visitas son guiadas, ya que los abrigos están cerrados como medida de protección. El museo ayuda a la comprensión del conjunto donde se concentran las pinturas, con la reproducción de las decoraciones que permite verlas con gran nitidez, lo cual no siempre es posible en los lugares originales, por aparecer muy difuminadas. Además del Arte Rupestre, la zona, integrada en el Parc Natural de la Valltorta-Gasulla, es depositaria de un rico legado patrimonial de las sociedades tradicionales.

Rafael Cebrián Gimeno

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