Queridas compañeras y compañeros.
Uno de los proyectos que teníamos algunos compañeros de la Secció de Muntanya era el de aprovechar las bibliotecas particulares que algunos tenemos para dar a conocer libros de montaña, en principio antiguos. La idea era que un jueves al mes, antes de cenar en la sede de la Societat Excursionista de València y durante media hora el propietario del libro haría una exposición-resumen del ejemplar para darlo a conocer y que los miembros de la Secció lo pudiesen ojear, ampliando así los conocimientos de cada uno, en este caso de literatura de montaña.
Independientemente de que en un futuro llevemos a cabo este proyecto, las presidentas de la Secció me han animado a empezar algo parecido por escrito, que aparezca en el apartado de la Secció de la web de la Societat Excursionista de València, y así poder contribuir a amenizar este exilio social a que nos tiene sometidos el Sr. Coronavirus.
POR LAS CUMBRES Escaladas en tres continentes de Eric Shipton
Editorial Juventud. Barcelona, 1952
La primera edición, en Inglaterra, en el año 1942
“Por las cumbres”, un clásico de la literatura de montaña, es el apasionado relato de una vida de aventura de cara a las montañas: ascensiones y exploraciones en la orografía más inhóspita y recóndita de la tierra. Eric Shipton, a su indudable relevancia como alpinista de vanguardia, partícipe y cronista de una etapa histórica de la evolución del montañismo, supo expresar con calidad literaria, sentimientos y emociones, en las enseñanzas y experiencias personales, legado de su intensa vida. Un libro valorado en los años de la reciente fundación del Centro Excursionista de Valencia (1946) y muy apreciado por muchos de los que, en aquellos lejanos días, nos asomábamos tímidamente al ensueño de las montañas. Era la primera lectura de profundo contenido emocional e informativo que nos aproximaba al mítico mundo del alpinismo internacional, a sus retos y proyectos, de los que tan apartados estábamos, sumidos en la precariedad y sordidez franquista. Eric Shipton nos hablaba en su libro de las cumbres todavía vírgenes de las grandes cordilleras y de tierras inexploradas: un objetivo idealizado e inalcanzable para el naciente montañismo, todavía huérfano de formación y estructura social.
Eric Shipton, Ceilán, actual Sri Lanka, 1907, Reino Unido 1977, histórico del alpinismo de todos los tiempos, vivió con plenitud un nuevo periodo de la conquista de las montañas, que sucedía al alpinismo romántico en los Alpes tras la memorable ascensión al Cervino por Edward Whymper (1865): ya no quedaban cimas señeras vírgenes en los Alpes, y, el reto permanente de superación del montañismo de élite, fijaba su mirada y anhelos en las cordilleras de otros continentes, en las elevadas cimas, con especial énfasis en el Himalaya, en los todavía inalcanzables ochomiles, y en el techo del mundo, el Everest como meta más ambicionada.
La cronología del libro comprende desde el término de la Primera Guerra Mundial (1914-18), en la temprana iniciación en la escalada de Eric Shipton, hasta el año 1939, cuando el estallido de la Segunda Guerra Mundial le sorprende en los Valles de Shaksgam (Cachemira), donde había programado una larga estancia, verano e invierno, para explorar el Karakorum, el Valle del Indo y Glaciar del Baltoro, los pasos hacia el corazón de la gran cadena, donde se dan cita el mayor número de ochomiles, entre ellos el K-2 (8.611 m.), la segunda cima del planeta. Abandona estos remotos valles y, de regreso a Londres, incorporado a la lucha contra el nacismo, cubrió puestos de inteligencia y publicó el libro que nos ocupa.
Entre 1920 y 1940, el prestigioso alpinismo inglés lideraba la etapa pionera del apasionante reto del Himalaya y del imponente Everest, con sus 8.840 metros. La posición colonial de Inglaterra en la India, su ejército que ya había penetrado hacia el interior de la gran cordillera, autor de la primera cartografía que registraba la más elevada cota de la tierra, concedía ventajas al Reino Unido sobre el resto de países. El Everest era la montaña emblemática para los ingleses, “su montaña”, que aspiraban a ser los primeros en la carrera por su conquista. Eric Shipton, aunque por su juventud no interviene en esta etapa inicial, si registra en su libro la crónica de los intentos, las experiencias y lecciones a las que dio lugar.
En aquellas décadas pioneras del himalayismo, había serias dudas sobre el comportamiento del hombre en las grandes altitudes y la naturaleza de adaptación de cada expedicionario a la altura, desconocida por él mismo; ignorando los tiempos de aclimatación y deterioro: ¿Era posible sobrevivir a 8.840 metros?, interrogantes todavía sin respuesta para aquellos primeros intentos, en los que ya se cuestionaba el uso del oxígeno, bajo la ética alpina del logro de la escalada por los propios medios. La misma ciencia, dudaba de las posibilidades humanas de sobrevivir en las condiciones extremas de las grandes altitudes.
En otro orden de factores adversos en juego, estaba la climatología, extrema y diferente a la de Europa, con la violencia de los monzones que imponía tiempos muy limitados de estancia y de intento a la cima. A las dificultades técnicas de la escalada, en los acusados desniveles de base, a resolver con la instalación de campamentos de altura, se unía los desplazamientos a continentes lejanos y las largas marchas de aproximación hasta el pie de la montaña, de onerosa y compleja organización que introduce un nuevo factor, la expedición, el soporte incuestionable del momento, ante el principio de que solamente con estos montajes, se podía acceder a las grandes montañas.
Intentos de ascensión al Everest
1921 Surgió la primera oportunidad, cuando Inglaterra obtuvo el permiso de acceso a la montaña, situada entre el Nepal y el Tíbet, países que tenían cerradas sus fronteras a los extranjeros. Esta expedición, desde el Tíbet, por la ruta del glaciar Rongbuk y el Collado Norte, había logrado situarse en el mismo Everest.
1922 Una nueva expedición con el camino de acceso al pie ya descubierto.
1924 Esta expedición pasó a la historia del Everest por la muerte de Mallory e Irvine, grandes alpinistas ya experimentados en las anteriores expediciones, que no regresaron de su intento a la cumbre, quedando en el silencio del trágico final de dos vidas ejemplares, la duda si habían coronado la cumbre y murieron al regreso.
Eric Shipton: más allá de su libro
1932: llegó la oportunidad del Everest para Shipton, que recibió la invitación para participar en una expedición, cuando residía en Kenya, granjero al igual que muchos otros ciudadanos, procedentes de distintas nacionalidades, que laboraban tierras agrícolas de las posesiones británicas. Su estancia en África Central como colono, además de las ascensiones al Kilimanjaro y exploración de las Montas de la Luna (1930), junto a Bill Tilman, otro histórico del montañismo que fue su compañero de aventuras durante años, alcanzaron la cumbre del Nelion, en el Monte Kenya, primera mundial en enero de 1929.
1933 – La expedición en la que Shipton participó integrado en el equipo escogido de asalto a la cima. No lograron cumbre, pero quedaron a tan solo a unos 400 metros de la cima. El paso de la cascada de Khumbu, clave para llegar al Collado Norte y ruta a la cima, fue descubierto por Shipson. Todo presagiaba la victoria a corto plazo, a expensas, tan solo, de un periodo de bonanza climática. No obstante, en los años 1935, 1936 y 1938, se repitieron los intentos, con igual resultado negativo.
1934 Nanga Devi (7.816 m.), la mayor altura del Himalaya indio, con Tilman abrieron la ruta de acceso, descubrieron un paso que hizo posible su ascensión en 1936, fue la montaña de mayor altura escalada hasta el momento. En 1950, los franceses coronaban el primer ochomil, el Anapurna, de 8.091 metros.
Eric Shipton, por sus propias experiencias como participante en los intentos de ascensión a los ochomiles, cuestionaba las expediciones de gran volumen de su época, de organización militar, algunas con caravanas de 300/400 animales de carga, para trasladar todo el bagaje, comida y equipo, causa de su lentitud, falta de control y su elevado costo. Se pronunciaba sobre la ventaja de expediciones reducidas, por su movilidad, tanto de número de alpinistas como de equipos y porteadores. Se preocupaba del equipo de los sherpas, que proponía fuera igual al de los expedicionarios. Con su estilo y crítica visión, Eric Shipton se anticipa décadas al alpinismo moderno, que ha reemplazado en todo lo posible, la expedición clásica, por la pureza del estilo alpino.
Eric Shipton en su etapa final
1953: La primera al Everest, después de ocho intentos: el 29 de mayo, Hedmond Hillary y Tenzing Norgay, coronan la cima. En esta memorable expedición, Eric Shipton, no fue invitado a participar, por completo ignorado, cuando se trataba de uno de los alpinistas que mejor conocía la problemática del asalto final al Everest y reunía las condiciones idóneas para dirigir la expedición. Una afrenta a su persona, se dice que motivada por sus reiteradas críticas a las macro expediciones al uso del momento y que decidió al comité organizador a conceder el liderazgo en su contra, a favor del coronel Hunt, apartándolo definitivamente de la merecida posibilidad de cumplir uno de sus sueños.
En la segunda etapa de su vida de aventura, Eric Shipton centra sus proyectos en la exploración orográfica, actividad que él mismo definía como las raíces del montañismo. Esta inquietud había formado parte de sus objetivos personales, coherente con una época en la que, el primer obstáculo a vencer en el intento de las grades cumbres, era descubrir la ruta hasta su base, atravesando inhóspitos y desconocidos parajes, selvas, ríos y glaciares, un problema en el que Eric Shipton demostró su maestría y peculiar estilo de extrema ligereza y sobriedad con que se movía en la más dura topografía.
En este periodo de ininterrumpida actividad, hemos de recordar uno de sus históricos logros que nos llega muy de cerca a los valencianos: la primera travesía del Hielo Patagónico Norte, realizada en el verano austral de 1963/64, acompañado de un grupo de chilenos y el valenciano Miguel Gómez (1936-2011), por aquel entonces, residente en Chile, donde realizó en destacado número de primeras a los nevados andinos. Del historial montañero de Miguel, sin espacio ni finalidad en este trabajo como para poner una escueta síntesis, solamente quiero destacar que fue el primero en nuestra comunidad en ascender a un ochomil, el Nanga Parbat, de 8.125 metros, en el año 1986.
Cerrando estos apuntes, rememorando la singularidad de Eric Shipton que he seguido a través de su libro como guion, queda solamente añadir la dificultad personal en dar a conocer en toda su dimensión su obra y vida. Hubo más libros que, junto a su nombre inmortalizado en muchos lugares de la tierra, titulando cimas y glaciares, han quedado como el mejor homenaje y recuerdo de su novelesca vida.
Rafael Cebrián Gimeno
Un estupendo resumen de un gran montañero y aventure. Creo que no habría espacio suficiente para glosar las vivencias Eric Shipton.
Muchas gracias Rafa.