Lo que empezó como una Ilusión, acabó siendo una realidad. la idea de pasear por el maestrazgo, desde La Tinença de Benifassà, Fredes, hasta el río Carbo, en Villahermosa del Río, todo un reto, reunir en una semana lo que nuestro querido Rosendo nos propuso hace años, en diferentes viajes. Empezamos en Fredes un lunes frío, lluvioso y desapacible, como si el tiempo no quisiera que viéramos la maravilla de la Tinença en su estado más puro. Esplendida la primera parte y dura la segunda, hasta llegar a Vallibona. Nos esperaba la atención de la propietaria del hostal. Insuperable. Una olleta que nos curó de la dureza del camino. Al día siguiente, salimos hacia Morella con ganas, y, nos esperaba una subida espectacular de dura y maravillosa, pasando por un bosque de encinas y, increíble, un bosque lleno de acebos, en valenciano grebol, hasta llegar al collado y ver al fondo Morella. Parecía una tarta que nos esperaba al fondo y se alejaba cada vez más, pero llegamos. Preparados para el viento, lluvia, lo que viniera, salimos hacia Aras del maestre, una etapa larga, dura pero bella, espectacular como las anteriores. Los muros de piedra seca nos acompañaban todo el camino, enseñándonos la dureza de la vida en esta parte interior de nuestro país. Al final, la visión desde el collado, de Aras y su castillo, nos dio el ultimo empujón para llegar, casi agotados. El día siguiente, una etapa teóricamente corta, que acabaríamos en Culla, nos demostró que el maestrazgo es todo menos amable. Bello, espectacular, duro, con olores desde la mierda de vaca hasta el romero, pero impresionante. Llegamos a Benasal y creíamos que ya habíamos acabado la etapa del día. Pues no. Quedaba una subida hasta casi la ermita de san Cristóbal, rompepiernas, para desde allí ver a lo lejos, de donde veníamos, Ares, y donde nos dirigíamos, Culla, castillos templarios como el de Morella. Siempre en alto, vigilantes del entorno, impresionantes. Pero llegamos, faltaría más. Llevar cuatro etapas seguidas de ese calibre, picaba. Creíamos que lo duro había pasado, y nos encontramos con unos barrancos, camino de Vistabella del Maestrazgo, que nos encogió el alma. Impresionantes de profundos, espectaculares, bellos hasta decir basta, terribles para subirlos, viento, lluvia, nieve, y en mitad de la subida, con la tormenta acompañándonos, llegamos a la ermita y castillo de Boi. Nos refugiamos allí, hasta que pasó la tormenta. Como somos de ciudad, este espectáculo de la naturaleza nos dejó boquiabiertos. Pasó y seguimos la ascensión hacia Vistabella. Que frío pasamos en esta población. Un aire que bajó la temperatura a varios grados de cero. Al día siguiente, última etapa, pensamos acabarla pronto y nos levantamos a la seis de la madrugá, desayunamos una supertotilla de queso, made Luis, y salimos, CON TODA LA ROPA QUE LLEVAMOS EN LA MOCHILA, del frio que hacía. Encaramos el llano que hay hasta llegar al Santuari de San Joan, y empezar la superbajada, larga, bonita, dura, que nos llevó a las cascadas del rio Carbo, y allí en un largo paseo a Villahermosa del Río, donde nos encontramos para comer con Luisa y Maite. Y se acabó. Vale la pena hacer de vez en cuando cosas para recordar.

Saludos de Luis, Emili y Ricardo.

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